Le di 7.000 dólares para la boda. Sin condiciones. No me importaba la lista de invitados, ni el vestido, ni el lugar, sólo quería que fuera feliz. Así que cuando me enteré por la madre de su prometido de que no estaba invitada, se me cayó el alma a los pies. Ni siquiera me enteré por ella. Luego comprobé el registro y vi que mi nombre seguía figurando como "padrino". Fue entonces cuando me di cuenta de que no se trataba sólo de la onda...
Sentada en la mesa de la cocina, me quedé mirando la pared, intentando procesarlo todo. ¿Naomi no me había invitado? Fue como un puñetazo en el estómago. No me cabía en la cabeza que mi hija, a la que tanto había apoyado, ni siquiera pudiera decírmelo ella misma. ¿Cómo esperaba que reaccionara? En ese momento, mi teléfono zumbó y recibí otra noticia de la boda, lo que echó más sal a la herida.
Todo el mundo decía siempre que yo era una madre paciente, pero esta situación me estaba poniendo a prueba. ¿Qué había pasado entre nosotras que la había llevado a tomar esta decisión? Me enorgullecía de estar ahí para Naomi en las buenas y en las malas. ¿La idea de que mi propia hija me dejara así? Era casi como si los recuerdos del pasado ya no contaran para nada y eso dolía más de lo que las palabras podían explicar.